sábado, 13 de marzo de 2010

Cazuelitas de ciervo



- Buenas noches, ¿que van a servirse?
- Dos cazuelitas de ciervo por favor y un vino de la casa.

Desde la mesa del lado escuchaba el pedido de la pareja de veteranos al mismo tiempo que mi estomago se hacia un nudo y se retorcía. De pronto la noche se me hizo día, el restaurante, ahora era un hermoso bosque con el otoño recién entrado por el que corría un joven ciervo dando saltitos cortos con su imponente y elegante figura.

Otra imagen se vino a mi cabeza, estaba frente a la señora del sombrero rojo y el camarero me preguntaba si acompañaría con algo mi cazuela.
- Claro, unas naricitas de bambi fritas.
- A sus órdenes.
Se marchaba por el pasillo mientras la veterana me sonreía y otra vez volví al revuelo de estómago que me hacía retorcer en la silla. Había entrado en trance o eso creía.

Fue cayendo la tarde en el bosque cuando se oyó un sonido fuerte y seco, acompañado por el que ocasionó el desplome del animal y ya no se oyeron los golpeteos en la tierra seca, ni el chasquido de las hojas al quebrarse.

- ¡la cuenta por favor!

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